Las palomas se han convertido en un elemento más del paisaje urbano. Pero aunque ya formen parte de nuestra vida cotidiana, las palomas pueden convertirse en un auténtico problema para la salud pública, además esos excrementos de paloma no solo transmiten enfermedades sino que también provocan daños en monumentos, edificios y en el mobiliario urbano.
Siempre se ha considerado a las palomas como aves conocidas simbólicamente por su representación de la paz y la prosperidad entre pueblos pero la capacidad para reproducirse rápidamente y la habilidad para encontrar alimento de diversas fuentes las convierten en una presencia común en pueblos y ciudades con los problemas que ello acarrea.
Las palomas pueden transmitir a los humanos más de 40 enfermedades distintas, algunas de ellas son la histoplasmosis (ataca al sistema respiratorio), la clamidiosis (provoca ornitosis), la colibacilosis (provoca diarrea, fiebre y hemorragias cutáneas), salmonelosis cuando el excremento de la paloma contamina la comida humana, encefalitis de San Luis (provoca fiebre, somnolencia y hasta parálisis y coma si no se trata bien...), neumoencefalitis (causa conjuntivitis y congestión nasal) y muchas más...
A parte de esto, hay que tener en cuenta los daños estructurales, pues los excrementos de estos animales aceleran el deterioro de los materiales de construcción en los edificios. También, otro problema es que la acumulación de heces bloquea los canalones de los tejados, desagües en terrazas, etc... causando daños en la temporada de lluvias.
Por todo ello se debería implantar un eficaz plan de gestión y control de palomas en los pueblos afectados y en las zonas urbanas donde más proliferan, para reducir las incidencias en edificios y evitar el riesgo de transmisión de enfermedades.
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