Ddoña Antonia Plaza Estacio, maestra


Mañana, 8 de Marzo, se celebra el Día Internacional de la Mujer y queremos recordar a una infanteña ejemplar: doña Antonia Plaza Estacio, maestra.

Para muchos infanteños de mi generación (que recibimos la educación infantil en la década de los 80) la palabra maestra, cuando la escuchábamos de voz de nuestras madres y abuelas, tenía (y tiene) una connotación maternal que sobrepasaba, desde luego, su sentido académico y profesional. Cuando preguntabas a aquellas sobre su educación, contestaban: “Mi maestra era”: con un claro sentido de pertenencia. A sus maestras nos las describen como mujeres que, además de enseñar a leer, escribir y las “cuatro reglas”, como se decía entonces, tuvieron hacia sus alumnas una labor protectora y social que se acentuaba en aquellos casos de niñas con bajos recursos económicos o capacidades especiales. Doña Antonia Plaza (1908-2004) fue un ejemplo al respecto. Con ella queremos rendir un homenaje en el Día de la Mujer a aquellas maestras infanteñas que se formaron en la década de los años 20 del siglo XX y que formaron a su vez durante décadas a muchas de nuestras madres y abuelas.
Doña Antonia Plaza Estacio nació el 8 de enero de 1908 en Villanueva de los Infantes. Era hija de Diego Plaza (pastor) y de Agustina Estacio (ama de casa). Sus primeras letras las recibe en colegio del Sagrado Corazón de Jesús donde fue becada. Allí demostró notables cualidades para el estudio y el aprendizaje. Su maestra, sor Pilar Urra, expuso tan excelentes dotes a doña Carmen González quien no dudó en correr con los gastos de su carrera como maestra, como ella misma reconoció en una entrevista para “Balcón de Infantes” a su sobrino, nuestro cronista y querido Clemente Plaza y me corroboró, tiempo después, su hermana Francisca Plaza, a quienes agradezco la valiosa documentación que me facilitaron en su día.
Cursó sus estudios, según mis datos, entre 1921 y 1925, en la Escuela Normal de Maestras de Ciudad Real. Durante los cuatro cursos reglamentarios, doña Antonia, perfiló una formación no solo académica sino enfocada a la educación de las niñas como amas de casa y esposas, lugar que la mujer ocupaba en la sociedad esa época. Por ejemplo, nuestra maestra, como otras tantas de su generación, además de cursar en su carrera las asignaturas de Dibujo, Geografía, Religión e Historia Sagrada, Caligrafía, Música, Teoría y práctica de la lectura o Aritmética, entre otras; también se formó en áreas netamente femeninas como labores y economía doméstica.
En 1926 obtiene por fin el título de maestra de primera enseñanza y su primer destino, como interina, fue Retuerta del Bullaque, en pleno campo de Cabañeros, en la provincia de Ciudad Real. En 1929 oposita para las plazas de Magisterio. Con ella se presentan a las pruebas otras tantas maestras infanteñas: Mariana Sarrión Matamoros, Isabel de la Hoz Fernández, María Cruz López Mena, Elena de Lis Aguado, Consuelo López Mena, Luisa Morales de Lis y Petra Herminia Gasanz Sánchez. Con plaza en propiedad es destinada a la localidad de Mazo en la isla de La Palma, Santa Cruz de Tenerife, y desde 1931 hasta 1943 en la vecina localidad de Carrizosa donde pasó la Guerra Civil y sufre la posterior depuración del Magisterio a la que la dictadura franquista sometió a todos los maestros. En 1944 se traslada por fin a Villanueva de los Infantes donde ejerció en la escuela graduada de San Miguel.
Quien la recuerda y conoció nos la describe como una mujer seria y recta, pero que enseñaba desde el corazón y muy concienciada con los problemas sociales de las mujeres de su tiempo, especialmente de aquellas niñas de bajos recursos económicos y capacidades que fácilmente podían quedar sin alfabetizar. Buen ejemplo de ello es que desde 1956 dirigió la escuela de adultas para alumnas que compatibilizaban su educación más elemental con sus labores de trabajo, muchas veces agrícolas: vendimiar, coger aceituna, arrancar, espigar…
Tuvo, además, una importante labor caritativa en el plano de la educación y enseñó a leer y a escribir a muchas personas que por su distinta capacidad no podían acudir a la escuela, como Pilar Prieto Arias, la de Meneses, o Jacinta Arcos, invalida de la calle San Francisco. En general, cooperaba en todas las campañas contra el analfabetismo que se organizaban en nuestro pueblo.
En noviembre de 1971, como consecuencia de su labor profesional y humanitaria, a instancias de la Inspección Provincial de Enseñanza Primaria, le fue concedida por el Ministerio de Educación y Ciencia la cruz de Alfonso X el Sabio, insignia que le fue regalada físicamente por sus compañeros integrados en la escuela graduada San Miguel donde ejercía la premiada. Don Arnaldo Serrano la definía como una maestra “menuda, leve y humilde”, pero “celosa, trabajadora y conocedora de sus méritos”. Don Arnaldo, tan genial como siempre, le dedicó en el acto, entre otras, esta tercetilla:
…Es de cara menuda;
de tez morena;
y de talla gigante
¡Qué es la enseñanza
una ventana abierta
a la esperanza!
En las imágenes, un retrato de doña Antonia Plaza y algunos de sus trabajos de la asignatura de dibujo.
✍️ Carlos Chaparro Contreras

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