En memoria de Javier Ledesma Sauco


Grupo PADYBE. Antonio Castellanos Bógalo y Juan Carlos Gallego Serrano.
Son malos tiempos para la lírica… Es difícil no pensar en esa canción de Golpes Bajos, cuando nos vuelve a llegar una noticia terrible a los aficionados al baloncesto, ese deporte que irrumpió en nuestro pueblo a regañadientes en 1965 y con estrépito desde finales de los setenta. Ha muerto a los 71 años Javier Ledesma. Tercer mazazo en el último año y medio, la tristeza y perplejidad que nos envuelve cada vez, no nos oculta una verdad inexorable: siendo este deporte más o menos joven en Infantes, se ha hecho viejo rápidamente, pues ya ha llovido lo suyo desde las épocas de esplendor y los pioneros hace mucho que tienen plateadas las sienes por las nieves del tiempo; es más, nos faltan ya demasiados protagonistas.
A la ausencia de buenas noticias que nos está ofreciendo el mundo en su globalidad durante estos dos años (nombrarlas nos parece redundante) se unen estos hachazos en el alma y el último es el final de alguien, que quizás, tenía más razones que ninguno para poder decir que en el baloncesto infanteño “con él empezó todo”.
Javier Ledesma Sauco provenía de una familia acomodada que, procedente de Córdoba, se instaló en Ciudad Real, como consecuencia del destino que su padre recibió para trabajar en nuestra capital, como jefe de tráfico. Hay que decir que esa bonanza económica no se ha traducido en suerte en la vida para casi ninguno de los de la prole de este emigrante andaluz: cuatro de sus hijos varones (no tenemos datos de que haya más, pero podría ser), han muerto ya y el “joven” Javier, con 71 años ha sido casi el más longevo… sin comentarios. De la hermana Mercedes, poco sabemos, pues se perdió la pista cuando se volvió a tierras andaluzas.
El primero en iniciar el mal fario familiar fue José Antonio (el segundo de la saga), que se hizo maestro de escuela y ya dejó claro que el deporte estaba insertado en las venas de este elenco consanguíneo, pues destacó como jugador de baloncesto en una época en que la capital de la homónima provincia hervía en actividad en este deporte y formó parte de los equipos que dominaban los fortísimos campeonatos locales que se celebraban allí año tras año a finales de los cincuenta y sesenta (Renfe, San Fernando…). Le dio tiempo a ser también entrenador y árbitro antes de que en 1967, muriera con tan solo 28 años… premonitorio para su estirpe tanto en lo bueno como en lo malo.
Manuel, fue el primogénito y desarrolló su actividad laboral haciendo carrera militar, en la que alcanzó el grado de coronel. También se enfrascó de lleno en el deporte, en este caso el fútbol, donde destacó como entrenador y directivo, desarrollando estas facetas tanto en Ciudad Real como en Córdoba, su tierra natal. Nos dejó en 2007, prácticamente a la misma edad que acaba de abandonarnos Javier, ya que nació en 1935.
Juan Ledesma, el gemelo de Javier fue de los cuatro que conocemos, el que más centró su actividad deportiva, siendo un jugador de baloncesto aventajado desde muy joven y su llegada, junto a la de Javier, a mediados de los setenta al básquet sénior en Ciudad Real, propiciaron la época más gloriosa, pues primero fundan el C.B. Ciudad Real Taberneros y luego se fusionan con el Renfe para engendrar el club más exitoso de la provincia, que consiguió rápidamente dos ascensos de categoría y ya en la potentísima segunda división nacional, estuvieron porfiando por ascender a la primera B, durante un par de años, ya con Juan como único representante familiar en el club, porque los largos viajes hacían imposible cumplir a Javier, que andaba culminando sus vocación con los últimos años de seminario, ordenándose sacerdote en 1977. La carrera deportiva de Juan fue larga y plena de éxitos, tuvimos la suerte de tenerlo jugando en Infantes un par de temporadas, las de la imparable subida de nivel deportivo de nuestro legendario CBI. Fundó la escuela de baloncesto de Ciudad Real en 1982 y no pudo esquivar el negro destino de los varones de su saga, muriendo de leucemia en 2009. Al menos, en este caso, Juan tuvo su merecido homenaje en vida en 1990 y poco después de su fallecimiento, a título póstumo, recibió el premio Carta Puebla por parte del consistorio ciudadrealeño.


Y llegamos a nuestro hombre, que acaba de fallecer el pasado domingo de resurrección (doble negra ironía, tratándose de un eclesiástico), nacido en 1950 y que destacó ya desde muy joven como excelso deportista, con la natación y el atletismo, las disciplinas más completas, como escenarios de sus primeros éxitos, recompensados con varias medallas a nivel provincial y regional. A los 14 años ya había hecho su incursión en el baloncesto, jugando junto a Juan y José Antonio en los mencionados campeonatos locales capitalinos.
Su llegada a la comarca supuso un estallido innovador, sobre todo para los más jóvenes y un impulso para dar un nuevo aire a las instituciones religiosas (tradicionalmente lentas en sus avances) de la zona y sobre todo en su apertura hacia la población adolescente. Allá donde fue, desde esos primeros años, repitió sus emprendedoras actuaciones llenas de energía y en su aterrizaje en Cózar ya organizó campamentos juveniles con mucho éxito, como el que tuvo su sede en Villamanrique en agosto de 1978, con más de cien jóvenes. En 1979, tuvimos la gran suerte de que fuera destinado en nuestra localidad y el impacto social fue brutal, haciéndose omnipresente en varios ámbitos, con iniciativas de todo tipo, como la creación del CB Infantes aprovechando el grupo de entusiastas jugadores que ya hacían sus pinitos con muy buenas maneras en los campeonatos de verano. Fue también profesor de religión en el Instituto Francisco de Quevedo y activó la renovación musical en las ceremonias religiosas, atreviéndose a institucionalizar algún tema de Bob Dylan, que empezó a ser fijo en las misas que oficiaba y a las que cambió de hora, fijándose la desconcertante 12:15, como oficial de la ceremonia dominical, para que diera tiempo a los fieles que también eran aficionados al baloncesto y a él mismo a jugar los partidos en domingo. El impacto sobre el sector femenino fue, sin duda el más notorio, pues su apariencia juvenil (todo el mundo pensaba que era más joven) apostura y su imagen deportista atraían sobremanera a las chicas de esa época (dos anécdotas: 1º algunas adolescentes reconocieron que su mayor ilusión era confesarse con Javier a la lumbre de un brasero y 2º cuando sufrió el tremendo accidente de tráfico en 1984, en el hospital, el porcentaje de visitas se inclinaba devastadoramente hacia el lado femenino).

En 1985 volvió a jugar en Infantes, tras recuperarse del citado percance y aunque su traslado a Valdepeñas le supuso ofertas tentadoras del club de la ciudad del vino, acabó su carrera federada en el C.B. Infantes, eso sí, cuando se trasladó a nuevos lugares, como Calzada de calatrava, siguió promocionando este deporte y estableció allí el germen del C.B. calzada, que jugó a buen nivel varios años las competiciones provinciales. Su segunda pasión era la música y al afrontó con entusiasmo, así como su labor de escritor, que le mantuvo ocupado en los siguientes años, y también sentía atraído por la pintura y más concretamente por la historia de esta, siempre relacionándolo con la religión. No se podía ser más vital y polifacético y el título de este artículo hace honor a esa faceta suya.
Como jugador, destacó como un alero elegante, con un demoledor tiro a tabla a una mano, buen penetrador y con una gran movilidad en ataque, lo que hacía que fuera muy difícil de defender por los rivales. Junto a Bauti formó el dúo de aleros más temido en la provincia a principio de los 80, pues prácticamente aseguraban 40 puntos por partido entre ambos y en la faceta defensiva cumplía como el que más, gracias a sus buenas condiciones físicas y su carácter. Nadie podía creer que tuviera más de 30 años en esta época de esplendor, pero como ya hemos reseñado, su imagen siempre fue la de una persona mucho más joven.
El carisma en pista y sus buenas relaciones con la élite del baloncesto provincial, le valieron para ayudar con sus gestiones a formar el tremendo equipo que subió a tercera división: fue uno de los que convenció al recientemente fallecido Wolfrang a jugar en Infantes, además se trajo a su hermano Juan y a su amigo Rafael Bravo (ambos con nivel de segunda división, al menos) a jugar aquí y convertir al C.B.I. en uno de los 5 equipos más potentes de la provincia durante esos años. También consiguió traer al Renfe Ciudad Real (en su mejor temporada) a jugar un amistoso justo antes de empezar la andadura federada de los nuestros, todo para ayudar a desarrollar esa afición y amor de las juventudes locales por este deporte, que duró un cuarto de siglo y que hoy desgraciadamente echamos tanto de menos.
Para tener una visión más completa de lo que supuso el “fenómeno Javier Ledesma” en Villanueva de los Infantes, completamos nuestro homenaje aportando los testimonios de otros de los “fundadores” del baloncesto local.
✍️ Reseña de Francisco Gigante:
“Cuando en la tarde del Domingo de Resurrección me llegaba la triste noticia del fallecimiento de Javi, me invadía una sensación muy rara, llena de tristeza y nostalgia y, aunque mi memoria ya no es la que era, comenzó a traerme de inmediato aquellas mañanas de domingo, en la pista de alquitrán del Instituto, cuando un grupo de jóvenes entusiastas del baloncesto, espoleados sin duda por aquel “cura atípico” que, por aquel entonces ejercía en Cózar, hacían sus pinitos y formaban el germen de lo que sería el C.B. Infantes.
Era finales de la década de los 70 y comienzos de los 80 y, ya con destino en Infantes, comenzó una labor que no dejaría indiferente a nadie. En el Infantes de aquella época no todos entendían muy bien qué pretendía un cura joven rodeado de jóvenes, al que le entusiasmaba Bob Dylan y Police, que jugaba a baloncesto, que ejercía su labor, además de en la iglesia, en la calle, en tertulias de bar en incluso en la discoteca, en definitiva, que traía un poco de aire fresco a un pueblo excesivamente anclado en su historia. Algún sector nunca lo aceptó y terminó consiguiendo su objetivo, que lo trasladaran de Parroquia. Supongo que tampoco les sentaría nada bien que, años después, jóvenes infanteños le llamarán para que oficiara la misa de sus bodas, a pesar de estar destinado en otras localidades.
Empecé a recordar aquellas largas charlas en las que, además de hablar de baloncesto, lo hacíamos de nuestras distintas posiciones en las cuestiones religiosas, de las que no rehuía nunca y que incluso llegábamos a compartir algunos aspectos, especialmente en lo referente al carácter arcaico e inquisitorial de la iglesia de aquel entonces, que él trataba de hacer evolucionar en nuestro pueblo, hasta tal punto que incluso nos convenció a Luis Medina y a mí para formar parte del coro que actuaba en sus misas, primero en la Trinidad y posteriormente en Santo Domingo.
Dicen que las personas no mueren mientras se les recuerde. Pues yo siempre recordaré a Javi en su misa de las 12, con la bolsa de deporte en la Sacristía, para, una vez finalizada, coger el Citroën 2 cv rojo, oyendo a Police y Bob Dylan, con aquella manera tan particular de conducir, e irnos a jugar el correspondiente partido de baloncesto a cualquier otra ciudad o a la, para mí, tristemente desaparecida “pista de la piscina”. Y lo veré haciendo aquel tiro tan peculiar a una mano y contra tablero que raras veces no terminaba en canasta.
Seguramente ya estará jugando a baloncesto con nuestros añorados Juan Ledesma, su hermano gemelo, y Wolfgang Born. Al menos, en mi imaginación, así es.”


✍️ Reseña de Juan Chaparro Villar:
«Mi paso por Infantes»
Así titulaba Javier Ledesma el año 2007 el folleto de presentación de su libro (–Bob Dylan: Dios y Jesucristo ¿Una provocación?) en Villanueva de los Infantes. En él relataba de su paso y estancia por nuestro pueblo en los años de 1978 a 1983; lo recordaba como una prolongada “luna de miel”, habiendo sido en esta época sus primeros años de sacerdote, jactándose de los buenos amigos que pudo cultivar y que han permanecido en el tiempo. Presumía de percibir en muchas personas, -sobre todo en gente joven- el deseo de una fuerte renovación y actualización en muchos aspectos de la vida socio-cultural y también en la vida cristiana. Javier ostentaba haber sido participe de la creación del C.B. Infantes por aquellos años y de su participación como equipo federado; no solo a nivel provincial sino de toda Castilla – La Mancha, lo que supuso todo un logro y un avance fundamental en el impulso y el posterior desarrollo de todo el deporte de la localidad. También recordaba su actividad como profesor del Instituto “Francisco de Quevedo”. Ahora que vamos a celebrar un año más una de las Fiestas más emblemáticas, evocamos que con Javier Ledesma se inició el 2 de mayo de 1992 el acto de pregonar: él fue el primer pregonero de la Celebración de Cruces de Mayo con su “Invitación a la Fiesta”.
Los que conocimos a Javier queremos agradecerle el cambio que supuso para toda la sociedad infanteña de todas las edades su aportación social, cultural y deportiva. A todos nos ha causado gran tristeza y pena la noticia de su muerte inesperada. Recordar también las pérdidas de otros compañeros y amigos; me estoy refiriendo a Wolfgang (2021), Fernando Vigas (2022) y también la del hermano (melgo de Javier) Juan Ledesma (2009), miembros del C.B. Infantes; muy buenos jugadores y excelentes personas, que nos han dejado demasiado pronto.

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